Si asistes a algún concierto en un auditorio o vas a una sala de cine o en la misma iglesia y te paras a escuchar, podrás darte cuenta de lo siguiente que voy a hablar.
Tal y como he aprendido en un video de la asignatura de un corto documental que relacionaba la música con la arquitectura, y que he experimentado en alguna ocasión en distintos lugares, cada espacio tiene un sonido. Depende de la disposición de los objetos o las formas y el tamaño de una sala, esta puede sonar diferente, haciendo que la música se escuche de una manera determinada, extendiendo el sonido y las notas musicales, como ahogando este y no dejarlo fluir.
Esto es algo muy importante en las construcciones, debido a que dependiendo de la finalidad que quieras darle al espacio, deberás gestionar tanto los materiales como la organización y la forma.
En un auditorio, se debe evitar una amplia resonancia del sonido, ya que las notas podrían acoplarse y no se escucharía bien la música. El espacio de un teatro necesita ayudar a amplificar la voz desde el escenario, o incluso en una habitación, donde se busca el silencio y la calma, donde hay que trabajarla para lograr esta función.